sábado, 16 de agosto de 2014

Francois de la Rochefoucauld.

Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no perdonamos a los que aburrimos.


Nos gusta más comentar nuestras desgracias que callarlas.


Por raro que que sea el verdadero amor, es menos raro que la verdadera amistad.


Una amistad reanudada requiere mas cuidado que la que nunca se ha roto.


Con el amor verdadero pasa lo que con las apariciones de los espíritus. todos hablan de ellas, pero muy pocos las han visto.


Aunque los hombres se vanaglorian de sus grandes obras, frecuentemente no son éstas el resultado de un noble propósito, sino efecto del azar.


Si en algunos hombres no aparece el lado ridículo, es que no hemos buscado bien.


Nada se da tan generosamente como los consejos.


Los espíritus mediocres condenan generalmente todo aquello que no está a su alcance.


Si no tuviéramos defectos, no hallaríamos tanto placer en resaltar los de los demás.


Los pleitos no dudarían tanto si la culpa no estuviera más que en una de las partes.


Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.


Antes de desear ardientemente una cosa, debemos cerciorarnos cuidadosamente de la felicidad que proporciona al que la posee.


Generalmente se juzgan a los hombres por el crédito que disfrutan o por las riquezas que poseen.


Al envejecer se tiene más prudencia y se hacen más locuras.


Los defectos de espíritu, como los del rostro, aumentan al envejecer.


El mejor modo de equivocarse es tenerse a sí mismo por mucho mas listo que los demás.

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