Por
favor, ¿este autobús me llevará al cementerio?
Si
se pone delante, sí.
Por
favor, ¿voy bien para el Parque de Atracciones?
Hombre,
yo vengo de allí en camiseta y nadie me ha dicho nada.
Oiga,
por favor, ¿ha visto Vd. un niño rubio con el pelo rizado doblar
esa esquina?
No,
señor, cuando yo he llegado aquí la esquina ya estaba doblada.
Oiga,
señor guardia, ¿si pesco en este río sería un delito?
Nada
de eso, sería un milagro.
Perdón
señora, ¿la notaría?
Si
se acerca un poco más, claro que la notaría.
¿Me
podría dejar Vd. mil pesetas? Pero, si no le conozco de nada.
Es
que los que me conocen no me las dejan.
Disculpe,
¿por qué está Vd. tan gordo? Por no discutir.
Hombre,
¿no será por eso? Bueno, pues no será por eso.
Perdone,
señor, ¿he visto su cara en alguna otra parte?
No
lo creo, joven. ¿Está seguro?
Segurísimo.
Mi cara la llevo siempre en el mismo sitio.
Oiga,
joven, ¿sería tan amable de ayudarme a cruzar la calle?
Como
no, señora, pero espere que el disco está aún rojo.
¡Coño!
En verde ya sé hacerlo yo sola.
Oye
cateto, ¿por dónde se va al hospital del pueblo?
Vuelve
a llamarme cateto y lo encontrarás.
Perdone,
¿cómo es que le han puesto «Bar el Maricón»?
Son
cosas de mi mujer.
¿Podría
hablar con ella un momento? Sí. ¡Juan, sal, por favor!
Señora,
mire esa pareja, no se sabe quien es el chico y quien es la chica.
Yo
sí lo sé, son mis hijos.
Perdone,
no sabía que Vd, era su madre. Si no soy su madre, soy su padre.
Oiga,
¿es usted supersticioso?
¿Yo?
No, trae mala suerte.
¿Por
qué se hizo Vd. cocinero?
Porque
una vez me mandaron a freír espárragos, me gustó y me quedé.
Por
favor, señor, ¿cuántos cornudos conoce sin contarse usted?
Señorita,
es usted un poco mal educada. Bueno, pues, cuéntese.
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